Cuando una persona falta a la confianza o expectativa de otra persona, por lo general, el infractor generará un sentimiento de culpa, ya sea éste auténtico o con la intención de evadir la responsabilidad de sus hechos.
Esta situación puede complicarse aún más cuando la persona que se siente culpable trata de ser responsable por sus hechos, ya sea por madurez o por el deseo de evitar un castigo, y en ese momento se encuentra con la realidad de que la persona que fue víctima de los hechos, a pesar de que los daños hubieran sido reparados, simplemente no desea perdonar.
Tendríamos que comenzar por definir el concepto de perdón, para la real academia de la lengua española, perdonar es: renunciar al cobro de una deuda, falta u ofensa.
Empecemos por considerar que el hecho de afectar la vida de otra persona (habitualmente en perjuicio) va a traer consecuencias, es común encontrar personas que viven considerando que hagan lo que hagan van a ser perdonados, de hecho, viven de tal manera en que si ya repararon el daño, eso es obligación del otro volverlos a tratar como si nada hubiera sucedido.
ES IMPORTANTE SEÑALAR QUE PERDONAR NO IMPLICA NECESARIAMENTE VOLVER A CONFIAR; PERDONAR NO IMPLICA QUE TE QUIERAN DE REGRESO EN LA VIDA DE LAS PERSONAS QUE LASTIMASTE.
El receptor del perjuicio
Una persona madura que ha sido receptora de alguna falta o daño, puede llegar a perdonar, pero eso no implica que olvide y pueda borrar de la memoria los hechos que ha vivido. Esto genera dos procesos diferentes:
- Cuando la persona que ofendió o lastimó a otra se aferra a que se le trate como si nada hubiera pasado. En este caso puede salir lastimado o acabar siendo una verdadera molestia para los demás. Por ejemplo, la persona que defrauda la confianza de otros, es descubierto, repara el daño y quiere que lo traten como si nada.
- Cuando el ofendido no desea otorgar su perdón o lo otorga sin volver a relacionarse con quien le ofendió. En este caso hablamos habitualmente de daños emocionales; el receptor del daño dice que perdona pero deja fuera de su vida a la persona que le causo el dolor emocional.
En muchos sentidos la forma en la que es más sencillo entender el hecho de perdonar implica el no desearle mal a las personas que nos dañaron, pero tenemos el derecho y posiblemente la obligación, de evaluar si queremos y es conveniente retomar las relaciones como eran antes de la falta.
¿Qué pasa con el ofensor?
Por el lado contrario tenemos al ofensor, aquella persona que ha generado mal en la vida de los demás, puede tener toda la buena voluntad de reponer el daño que generó, puede buscar convertirse en una persona de mayor valía y digna de confianza, sin embargo, es posible que se encuentre con el hecho de no ser perdonado. Así pues, deberá aprender a continuar con su vida aceptando que nadie está obligado a perdonarlo y tendrá que aprender a vivir y seguir adelante sin esas personas en su vida, necesitará aprender a construir una vida feliz aún con la ausencia de esas personas en su vida.
Un ejemplo clásico de lo anterior lo vemos en el trabajo que se realiza en los grupos de AA, en uno de sus pasos aprender a identificar a aquellos a quienes lastimaron, buscar resarcir el daño y a aceptar a aquellos que no quieran perdonarlos.
Como podemos ver, la culpa y el perdón bailan siempre un vals macabro que difícilmente termina bien, es una circunstancia que nos invita a madurar y considerar nuestra forma de relacionarnos con los demás.
La culpa puede ser una gran molestia en la vida de las personas, tanto como la falsa obligación de perdonar, si estas envuelto en un problema de este tipo… busca ayuda, no te acostumbres a vivir sin ser feliz.
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